Natalie ha tenido algún escarceo de más de una noche y es consumidora de aparatos de placer pero nunca ha tenido una pareja estable.
Ahora, con veintiséis años es una doctora becada que se traslada a uno de los hospitales más prestigiosos del mundo en Nueva York, la ciudad más cosmopolita según su mejor amiga.
Es entonces, cuando conoce a Andrew famoso deportista que padece una lesión que ella deberá tratar. Con él le ocurre algo que escapa a su control; en sus ojos ve el reflejo del placer y, en varias ocasiones, fantasea con la posibilidad de que ese cuerpo esbelto y musculoso pueda entrar y salir con furia de ella. Imagina orgasmos simultáneos, salvajes, ardientes y carnales. Se resistirá porque ante todo, él es su paciente.
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